Algunos tenemos mucha paciencia, otros tenemos muy poca, algunos podemos esperar por mucho tiempo, algunos otros un par de minutos de retraso nos pone incómodos.
En este tiempo que hemos pasado en nuestras casas, la paciencia de muchos ya está en los límites, aunque se salga para cumplir varias tareas, la falta de movilidad hacia los destinos preferidos, ha colocado en nuestra mente el anhelo de estar sin restricciones.
Ahora piensa en algo que has esperado por un buen tiempo y aún no se ve con claridad la respuesta deseada, cuántos días, semanas, meses o años puedes esperar.
En el relato bíblico encontramos la historia (Juan 5:1-14) de un hombre que estuvo esperando un milagro en su vida. En el estanque de Betesda, había una creencia, la cual consistía en que el momento en que las aguas se agitaban, el primero que ingresaba cuando eso ocurría, quedaba sano de todo.
El hombre de nuestro relato, tenía 38 años de estar esperando un milagro, su condición como paralítico le impedía acercarse cuando se movían las aguas.
¡Te imaginas esta situación! ¡Esta persona sí que tenía mucha paciencia!, pero al verlo desde otro punto de vista, esta persona se había acostumbrado a vivir así, su vida transcurría entre las ayudas que recibía y las ganas de alcanzar el estanque.
Ahora te pregunto: cuántas oportunidades has dejado pasar, cuántas veces has pensando en hacer algo, pero siempre surgen algunas situaciones que te impiden moverte.
Quizás estás orando para que tu situación cambie, que se abra una oportunidad, que se muestre el camino que debes tomar y eso es bueno, pero tienes que tomar una decisión y ponerte en acción, quizás no estás como nuestro personaje paralizado físicamente, pero puedes estar espiritual y anímicamente paralizado y eso no te deja avanzar por la vida.
La semana de este personaje transcurrió tan normal como las anteriores, pero ese sábado había algo especial, Jesús estaba cerca del estanque, sabía de la condición del hombre, el tiempo que tenía esperando, ahora viene la pregunta muy personal ¿Deseas ser sano?, que responderías si tú fueras el que se encuentra en esa situación.
Sí, pero…
Cuántas veces hemos usado esa respuesta, afirmamos con emoción y a la par va nuestra observación que impide que esa afirmación se vuelva una realidad.
“No hay quien me lleve al estanque, cuando las aguas son removidas” podemos intuir que no conocía a Jesús, por esa respuesta, pero aun así Jesús quería ayudarlo.
De la misma manera, tal vez no conoces a Jesús, quizás has escuchado hablar de Él, pero Jesús, se acerca a ti y te dice que quiere y puede ayudarte. Estás dispuesto a recibirlo.
¡Toma tu lecho y vete!
Y el hombre se levantó y se fue, ¡Milagro!, el hombre recibió el milagro que había esperado por 38 años. Pero mas tarde ese mismo día y después de una reprensión de parte de los dirigentes judíos, esta persona se encuentra nuevamente con Jesús y Él le hace una nueva invitación “Ya no peques más” eso nos indica que la situación en la que se encontraba no era de nacimiento, sino mas bien era consecuencia de sus propias decisiones.
Qué hay en tu pasado que no te deja moverte, qué es lo que te tiene atrapado y te encuentras paralizado, Dios quiere bendecirte, quiere darte tu propio milagro, solamente tienes que dejar que pueda entrar en tu vida (Apocalipsis 3:20) pero no solo quiere ayudarte, sino que también quiere transformar tu vida, tan solo aceptando a Jesús.
Te invito a que no sigas esperando, decídete hoy mismo y dale una oportunidad a Jesús para que Él pueda llegar a tu vida. ¡No esperes más!

Francisco García
Publicado 23/05/2020