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Los imposibles de Dios Parte 1

Arquimides Castillo

Publicado 05/02/2019

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Es imposible escapar de la presencia de Dios (Jonás 1:1,2)

Jonás intentó huir a Jope   (Jonás 1:1-3). Jonás era israelita (2 Rey. 14:25) y ya había experimentado horrores en las manos de las naciones vecinas. Esto generó prejuicios con relación a ellas, incluso de Asiria, cuya capital era Nínive.
En el mundo antiguo existía la creencia de que la Tierra estaba dividida en varias partes, y que cada una de ellas estaba liderada por un dios. Este pensamiento, que de alguna manera contaminó la mente de Jonás, sumado a sus debilidades, lo hicieron imaginar que Dios lo olvidaría si huía lejos de la tierra de Israel. Quizás Dios llamaría a otro mensajero en su lugar. Fue así que él descendió a Jope y salió rumbo a Tarsis, cerca de 3.500 Km de distancia, tres veces más lejos que Nínive.

Jonás intentó esconderse en el sótano  (Jonás 1: 4-5) El barco era pequeño y frágil y el profeta escogió el sótano para viajar, un lugar sin ventilación, oscuro, húmedo, sin confort y peligroso.

Aunque las condiciones eran pésimas él se durmió. Paso a paso Jonás decayó espiritualmente a tal punto de buscar aquel lugar para esconderse. Alguien que se esconde de Dios siempre termina en las condiciones y situaciones más tenebrosas de este mundo. Drogas, adulterio, engaño, fraude, corrupción, indiferencia, inmoralidad, promiscuidad, materialismo, violencia. Y la lista es interminable.
A lo largo de la Biblia se presenta a Dios como aquel que controla y calma el mar (Éxo. 14, 15; Mat. 8:23-27; Luc. 8:22-25).

 En este episodio con Jonás él hizo soplar un viento muy fuerte sobre el mar que hizo que el barco se apartara del litoral. Mientras los marineros clamaban por socorro, cada uno a su dios con gran angustia y sufrimiento, temiendo por sus vidas, Jonás dormía profundamente. Incluso cuando fue reprendido por los marineros, no habló.
Cuando la persona huye de Dios, desarrolla una insensibilidad espiritual mortal.
Alguien puede pensar que Dios está siempre listo para castigar a las personas que no obedecen. En verdad, la tempestad tuvo un propósito redentor, porque permitirle la huida sería como aceptar la actitud evasiva del profeta. Desde el sótano del barco, donde Jonás no podía esconderse de Dios, fue traído de nuevo a la razón, y para su salvación y la de los demás a bordo, fue forzado a reconocer su error.

 

Jonás intenta escapar por medio de la muerte  (Jonás 1:11-15; 2:1-10).
 Si él hubiera asumido la responsabilidad por lo que estaba sucediendo, habría evitado un gran sufrimiento. La revelación de su identidad aumentó el temor de los marineros, pero le aprobaron su pedido de muerte. Los marineros dirigieron sus oraciones a Dios, se sometieron a su voluntad y lanzaron a Jonás al mar.
En ningún momento él clamó o rogó al Señor por clemencia.

Dios siempre tiene una solución divina para los problemas que el hombre provoca, así que ni bien Jonás fue lanzado al mar, un gran pez lo tragó y milagrosamente permaneció por tres días y tres noches en el vientre del animal. Fue allí en lo más profundo de su desesperación que comenzó a quebrarse. Jonás asimiló una de las verdades más grandes sobre Dios (leer Sal. 139). Nada está oculto a sus ojos, él sabe todas las cosas. Si estás feliz, él lo sabe; si estás sufriendo, él lo sabe; si estás triste, él lo sabe; si estás enfermo, él lo sabe; si alguien te traicionó, él lo sabe; si mojas tu almohada con lágrimas, él lo sabe; si estás en pecado, él lo sabe; si estás confundido, él lo sabe; si estás con luchas espirituales, él lo sabe; si estás siendo oprimido, él lo sabe; si estás siendo derrotado por Satanás, él lo sabe. Dios conoce lo más íntimo de cada persona, sus miedos, sus temores, sus luchas, sus traumas. Él sabe cosas sobre ellas que tal vez ni ellas mismas sepan. La tempestad y el gran pez, fueron una iniciativa de Dios para salvar la vida de Jonás, y terminaron en el proceso, siendo los medios de salvación para muchos otros. La participación de Dios en la vida humana no se limita a determinado grupo de personas, se extiende a todos. Dios hace cosas        inimaginables para salvar a sus hijos, porque los ama.

Queridos amigos, no sabemos nada sobre el día de mañana, por eso la invitación de Dios tiene un toque de solemnidad y urgencia. La historia de Jonás muestra a un Dios que actúa con prisa y a un hombre que tarda demasiado. Hay un viejo himno que dice “Al terminar el trabajo de esta vida, cuando la muerte llegue a tu lado, que destino tendrás tú, mi amigo, cual será en el futuro tu hogar. Mi amigo hoy tienes la elección, vida o muerte cual vas a aceptar, mañana puede ser muy tarde, Hoy Cristo te quiere librar”.


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